sábado, 7 de abril de 2018

Súplica


Apiádate Señor de mi ser impuro y angustiado.
Suelta las cadenas que arrastro y me impiden avanzar.
Libera mi corazón de ataduras y mi mente de recuerdos lacerantes que me hunden y ahogan en mis propias lágrimas.
Descansa mi cuerpo cansado que carga sobre sí las consecuencias de mis malas decisiones.
Levanta el velo que cubre mis ojos y no me deja ver el camino, haciéndome errar los pasos una y otra vez.
Abre mis oídos para que puedan oir y no sólo escuchar.
Dame sabiduría para ser capaz de descubrir la mentira que se esconde tras la voz .
Concédeme prudencia en las palabras Señor, de tal manera que en lugar de herir, aconsejen.

Transforma mi corazón en un hogar humilde donde pueda darte morada Señor y aceptar de esa forma tu voluntad para mí hasta mi último aliento de vida.

Amén
Sandra Leonor

sábado, 10 de septiembre de 2016






Despedida



En la tierra humedecida por el mar de mis ojos
han quedado en el reposo quienes me dieron la vida.

No olvidarán mis oídos el sonido de sus voces
ni mi piel el suave roce de sus besos y abrazos.

Bajo este cielo y las flores que les traigo con cariño
yacen sus cuerpos dormidos en un  silencio infinito
roto por el ahogado grito de esta hija que les ama.

En la tierra humedecida caeré yo de rodillas
en medio de una estampida de lágrimas y gemidos
por mis padres que han partido al llamado del Señor






miércoles, 4 de septiembre de 2013

Los Aros

Me levanté temprano. Al mirar por la ventana pude ver grandes nubes grises que amenazaban con dejar caer su contenido frío y estrepitoso sobre nuestra tierra, nuestras casas, nuestros cuerpos entumecidos. Con la falta de ánimo que me acompaña desde hace algún tiempo, procedí a realizar todo aquello que a la mayoría de las  personas les parece tan fácil, tan cotidiano, desde despertar hasta salir de casa a hacer lo que se debe hacer. Algo que no me agrada mucho hacer hoy, es mirarme al espejo.  Frente a él está una mujer envejecida, con los hombros caídos, la mirada opaca. La mujer tiene arrugas, arrugas que antes no tenía o que quizás no quería ver. Arrugas en la frente, ¿será que siempre andaba con el ceño fruncido, molesta con alguien, o por algo, o quizás era la forma de exteriorizar  su rabia y frustración por lo que quiso ser o hacer y no logró? Arrugas en los párpados, ¿años de noches en vela, tratando de mantenerse despierta mientras otros dormían plácidamente, o es que las lágrimas resecan la piel? Arrugas alrededor de los labios ¿será por el gesto aquél  de reprimir la lengua que quiere dar vida a los pensamientos escondidos, tan temerosos como sedientos por  salir de esa boca apretada  y resignada al silencio siempre? Miro de soslayo  a la mujer del espejo.  Temo mirarla directamente, siento pudor, siento que invado su intimidad. ¿Quién soy yo para detenerme frente a ella y juzgar su apariencia?  Acaso no tuvo la piel suave como la de un bebé y su cabello fue negro como la noche y abundante como las estrellas en el cielo del desierto. Acaso no tuvo ella la mirada llena de luz y esperanza cuando jugaba a ser mamá. ¿Quién soy yo para no ver más allá de la figura que exhala el espejo?  Ella cambió su vientre, alguna vez plano y terso, por la sensación de manitos y pies golpeándola  por dentro, cambió sus pechos pequeños y firmes por fuentes de vida. Sus brazos hoy flácidos y  huesudos fueron dos  vigas de acero que  nunca se cansaron de mecer, abrazar, recoger, y ordenar. ¿Porqué tendrá encorvada su espalda? No quiero mirar mucho, siento que es una impertinencia, pero la curiosidad me invade lo mismo que un extraño temor. Imagino que ha cargado el peso de la tristeza no sólo de su vida, sino que también la de aquellos a los cuales  ama. Siento deseos de ayudarla, de hablarle, de decirle que cualquiera sea el motivo de la tristeza que invade su rostro, puede contar conmigo,  aunque no nos conozcamos ¿o debería decir “reconozcamos”?. Pobre mujer, hay algo raro en ella, no sé, pero me recuerda a alguien y como no me atrevo a mirarla directamente, me resulta difícil reconocerla, eso sí, lleva unos aros iguales a los míos…

viernes, 23 de agosto de 2013

Creación

Cuando me hiciste Señor, mi camino estaba ya trazado.
Sabías que me caería y tendrías que levantarme.
Que volvería a caer y tomarías mis manos ayudándome a ponerme de pie una vez más.

Me concediste virtudes y también defectos.
Sabías que si sólo tenía virtudes podría envanecerme,
Pero al tener defectos me diste el trabajo de superarlos.

Cuando me hiciste Señor me entregaste obreros del amor,
quienes me darían las herramientas que me ayudarían a  creer en Ti
a amarte y para que en los momentos de angustia y desconsuelo buscase refugio en Ti.

Tus maestros fueron de primera Señor.
Lograron el objetivo que les pusiste en sus manos.
Y hoy que consideraste terminado su trabajo
les has llamado al descanso...

lunes, 12 de agosto de 2013

Hàgase Señor tu Voluntad

Siento que la voluntad de Dios es para aceptarla mientras que la Fe, es para rogar por fortaleza frente a lo difícil  que es aceptar esa voluntad, que no siempre coincide con la nuestra. Es inevitable pensar que lo mejor para nosotros es lo que  creemos que necesitamos, por tanto¿ quiénes mejor que nosotros mismos para decidir qué nos hace o no falta, qué nos conviene o no? Quizás por eso es tan complicado aceptar una voluntad que no sea la propia. Nos negamos, nos enojamos, insistimos. Incluso al elevar una oración cuesta dejarlo todo en manos de Dios muy por el contrario, vamos pidiendo tal o cual cosa según sean "nuestras necesidades". Cuando dichas necesidades no son resueltas a pesar de nuestras incansables oraciones entonces pensamos que no hemos sido escuchados, que nuestras plegarias no sirvieron de nada, que Dios nos ha abandonado, sin siquiera detenernos a pensar en que no somos dueños de nuestra vida,  ni del futuro, que sólo Aquél que nos la dio tiene poder absoluto sobre ellas y que todo lo que Él decida para nosotros tiene una razón de ser, por más   inexplicable, incomprensible o injusto que nos parezca.

La verdad es que no puedo agradecer las tristezas que muchas veces me ha provocado la voluntad del Señor, pero sí agradezco la Fe que me ha permitido elevar mi oración por consuelo en medio de mi angustia y dolor. Hay momentos en los que quisiera correr pero Él me pide ir paso a paso; otras veces quiero abandonar la carrera más Él me muestra el final de la meta más allá de los obstáculos que veo en la pista.
Muchas veces siento que mis cargas son demasiado pesadas, mi espalda se encorva y mis pies se arrastran, mientras que mis manos deben apoyarse para seguir la marcha. Al levantar la vista para ver el camino, éste parece intransitable y eterno debido al peso que cargo encima. Sin embargo, doy un paso a la vez mientras invoco el  nombre del Señor, otro paso mientras le imploro fortaleza y otro más cuando mi ser  ruega ser digna de Él. Entonces logro enderezarme un poco, ya mis pies pisan fuerte la tierra por la que antes se arrastraron y al voltear la mirada me doy cuenta que he avanzado tanto, que casi no distingo donde empecé esta caminata. Lo único que veo con total claridad es el lugar al cual dirijo mis pasos, el fin del camino, al cual estoy segura llegaré con la ayuda del  Amor y y la Misericordia del Señor, entonces diré con humildad y gratitud, Hágase en mí Tu Voluntad Señor"

sábado, 27 de julio de 2013

Myru

Junto con la vida, se nos ha dado el derecho a decidir entre el bien y el mal, lo que se conoce como libre albedrío. Pero, ¿quién decide qué está bien o qué está mal? Lo que para algunos es bueno para otros es malo. Lo que a algunos les provoca felicidad, a otros les causa desdicha. ¿Cómo entonces podremos ejercer nuestro libre albedrío? ¿Será que debemos seguir el sentido común, aquello que la mayoría de las personas haría en una situación determinada? No me convence.
Hay cuestiones domésticas en que podemos aplicar el sentido común y si erramos, quizás la decisión tomada no sea muy relevante, como por ejemplo ponerle fideos n°77 a una cazuela de vacuno. Para mí, esa fue una cuestión de salir del apuro al no tener arroz, para mis hijos fue una barbaridad. O sea, para mí estuvo bien para mis hijos mal.

Siento que lo que hace la diferencia entre el bien o el mal, radica en lo que nuestra decisión, al hacer la elección, puede significar para todos aquellos que nos rodean, ya sea que les amemos o nos amen, que nos conozcan o conozcamos, que sean parte de nuestra vida o no. Es algo así como pensar no en nosotros sino en los otros antes de actuar. O sea actuar con empatía. Suena tan razonable a mi juicio, como difícil de practicar...de lo contrario no habría tantos asesinatos, suicidios, personas viviendo en el abandono total, en la miseria ni otras llorando por amor.

Hace poco una de mis dos únicas amigas me contó que se va del país. La noticia me pilló totalmente por sorpresa, nunca lo hubiese pensado. Mientras ella me lo decía yo no dejaba de pensar en mí, ¿que pasaría conmigo?, ¿cómo pudo ella tomar esta decisión, no pensó en mí?, Mis pensamientos se atropellaban tratando de buscar las palabras exactas para  transformarse  en frases coherentes que al salir de mi boca le hicieran sentido a ella y por supuesto le hicieran cambiar de opinión. Definitivamente mi poder de oratoria fue inservible ante la convicción de mi querida amiga. Traté en vano de hacerle ver que no estaba bien  que se fuera, pese a que ella me repetía lo mucho que lo había pensado llegando a la conclusión que quedarse era lo que estaba mal. En medio del café a estas alturas ya con sabor a lágrimas, le pedí que hiciera algo antes de comprar sus pasajes "soluciona los temas pendientes, y luego de ello si aún crees que debes irte, entonces estaré de acuerdo contigo aunque me duela en el alma". Estaba segura que mi amiga tendría esa conversación con quienes ella sabía que debía hablar y volveríamos al café de siempre a la hora de siempre para reírnos de su alocada y mala idea de irse. Mal que mal acá tiene todo lo que una mujer como ella necesita; familia, trabajo, amigas. Solo necesitaba que alguien le hiciera ver que estaba eligiendo mal.
El cafecito humeaba en la taza blanca mientras la lluvia arreciaba fuera del lugar.
"Ya dije todo lo que tenía que decir, me voy tranquila"- dijo- mientras yo me quemaba los labios con el primer sorbo.
"Es lo que necesito, lo que esta bien... para mi" - dijo antes que pudiera decirle lo equivocada que me parecía su decisión.
Usando toda la empatía y el sentido común que la pena me permitió, le dije que estaba de acuerdo con ella.
Después de esto creo que debería eliminar el tercer párrafo...

martes, 16 de julio de 2013

El camino

El camino del desconsuelo es llano, extenso, sin puntos de referencia, solitario. El sol te aplasta haciendo que todo de vueltas hasta marearte, impidiendo de esa forma el paso siguiente. El frío te envuelve y adormece cada músculo del cuerpo; las piernas se niegan a avanzar, los brazos sólo son capaces de apretujarse entre ellos mismos, los ojos ya no están al servicio de la mirada y los labios sólo se abren ligeramente para recibir el fruto de tanto dolor derramándose sobre las mejillas. En el camino del desconsuelo aparece la física con su fuerza de gravedad que hace que el pie deba vencer otra fuerza enorme que le impide separarse del suelo para avanzar y está también la fuerza de roce que hace que el movimiento a ras de suelo sea dificultoso y lento. En este camino el caminante desea permanecer en un estado de mínima energía, conocido como reposo, sin agentes externos que interfieran con su dolor, sean estos risas, movimientos, conversaciones, cotidianeidad...vida.
Quienes comienzan a recorrer este camino necesitan que el mundo entero lo sepa y se detenga no sólo a mirar sino que a caminar a nuestro lado, a nuestro ritmo y en nuestro estado. Cuando ya llevamos un trecho andado, nos damos cuenta que el mundo no sólo no va caminando junto a nosotros, sino que además siguió adelante con todo su quehacer, su vorágine, su vida...
¿Cómo es posible? - grita nuestro silencio- Mírenme, estoy aquí, soy yo, estoy sufriendo, vean mis ojos cansados de tanto llorar, mi rostro demacrado por las noches en vela, mis huesos han aflorado a la piel. Mi mente está en otro lugar, en el pasado, rodeada de los recuerdos de aquellos que soltaron mi mano y partieron. ¿Cómo es posible que no me vean?.
Pero no todos no nos ven; hay muchos que ven y callan, el temor de caminar junto al que sufre es grande, ¿podré seguir su paso tan lento? ¿será muy largo el camino? podría cansarme, y si caigo en el trayecto ¿quién me ayudaría a levantarme?, está persona a quien acompaño apenas se puede su propio cuerpo. Cuando te das cuenta de todo esto decides ser tu única compañía, no te preguntas nada, no te exiges rapidez, das el paso sólo cuando puedes hacerlo, recuerdas , lloras, rezas, cierras los ojos e imaginas que esos seres tan amados que se han ido, están ahí en frente tuyo, mirándote con ternura y abrazando tu cuerpo débil, tu ser tan desamparado.
Quienes no han puesto un pie en este camino no pueden comprender nuestra desesperación, nuestra mirada perdida, nuestros movimientos lentos. Nosotros sabemos que será así por un tiempo. ¿Cuánto tiempo?...No existe respuesta acertada, pues cada caminante es distinto, algunos encontraran en este viaje a  otros que vienen de regreso y le ayudaran a sostenerse cual bastón que apretado por la mano siente sobre sí el peso del mundo entero, calmarán la sed de una garganta que ha debido ahogar el grito del dolor y de unos ojos que han derramado lágrimas en soledad teniendo un mar de ellas dentro, queriendo salir en compañía. Otros en cambio serán capaces de caminar más rápido, aceptando el sufrimiento como parte de la vida misma, guardando los recuerdos no sólo del final sino los de siempre. Habrá algunos cuyo sentimiento más fuerte será la rabia, la sensación de injusticia que les hará preguntarse lo irrespondible... ¿porqué? y caminarán con sus ojos llenos de furia, enojados con el mundo, con Dios, con la tierra que sus pies pisan apresuradamente, esperando que con la rapidez del movimiento el fin del camino esté cerca, sin darse cuenta que aún no han llegado al punto de largada.
Cualquiera sea nuestro caso no podemos no ver la vida que hay alrededor. El sol seguirá alumbrando por las mañanas, los niños caminarán de la manos de sus madres al colegio, el conductor del bus llevará su radio a todo volumen, las personas en la calle nos pasarán a golpear por su caminata acelerada, escucharemos risas, llanto y el sol nos envolverá al igual que el frío como a cualquier otro ser en esta tierra.

Sandra Hernández Navarro
Caminante